martes, 21 de agosto de 2012

DROGA DE LA BUENA





Las emociones son esa cosa que recorre el cuerpo de arriba hacia abajo y desde los huesos hacia la piel misma, erizándole y provocando que los bellos que la cubren pasen de estar en reposo a querer levantarse como si se fueran a desprender de ella.

Bueno, estamos hablando de ese conjunto de sensaciones positivas, que pueden ser provocadas por tantas cosas, por tantas situaciones, incluso por lo que muchos pueden pensar “insignificantes”, sin embargo, es ahí donde está la magia, que cosas pequeñas logren manipular semejante creación de Dios, el cuerpo humano; que una mirada, una presencia, una sonrisa o el sonido de una voz, sucumban el cuerpo de otro ser.

Estamos hablando, tal vez, de esas emociones provocadas cuando hay un fuerte interés en otro ser, las que te transforman el rostro, te cambia el color y hace que sientas que eres la persona más torpe del mundo y te haces pequeño ante la enormidad de lo que sientes, es esa sensación que hace latir al corazón cien veces más rápido de lo que normalmente debería, que dobla tus articulaciones  y debilita tus piernas.

Es divertido y considero que hasta terapéutico, mueve al cuerpo, la mente y le da alimento al alma, una droga para la que no hay prohibición y que todos deberíamos consumir para estar en la misma sintonía.
Pero no olvidemos aquella sensación que también nos da, la brisa del mar, el orgullo de un logro, la compañía de un amigo, las noches en desvelo por una gran conversación, la puesta de sol o el ocaso; tener vivo el sentido apreciativo a lo que se nos regala.

Dichosos aquellos que en algún momento de la vida tenemos la oportunidad  de tener esa experiencia, de que le demos al cuerpo, al alma y al corazón ese alimento intangible que lo llena de vida, ese conjunto de vitaminas y adrenalina  que no permite que este se marchite y le dé luz a nuestro rostro y color a nuestra piel, simplemente… le de vida que contagie.


Si todos en este mundo lo sintiéramos así, la raza humana seria otra cosa.

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