De verdad extrañare esas paredes de la cual fui participe en su
embellecimiento con seres muy especiales, que dejamos esfuerzo y cariño para
armonizarlo...lugar de aventuras, donde realizamos nuestros sueños y
manifestamos nuestras energías como arte, donde volamos.
Quien no recuerda esa imagen al final de las escaleras causante de una
gran satisfacción de por fin estar ahí, en ese espacio que envuelven esas dos
paredes largas y la pequeña al fondo con su ventana en medio, ese espacio donde
podemos ser lo que en casa no, ni en el trabajo ni en la escuela, ser
bailarines, actores…artistas.
Y es que no solo es un espacio, es el sudor, la tensión, los nervios, la
dedicación, las horas de ensayo, los miedos y me atrevo a decir que hasta lágrimas,
los que han vuelto de este sitio un santuario donde profesamos una religión
basada en la creencia de nosotros mismos, de lo que podemos ser y lo que
podemos lograr, como artistas, como personas.
Lugar testigo del talento que día a día buscamos pulir, pero también de
nuestras personalidades, nuestros miedos y problemas, la barra negra que ha
sentido la tensión de nuestros brazos cuando algo no está bien, espejo en el
que hemos reflejado nuestros rostros felices y hasta vanidosos cuando logramos
una excelente postura, sin embargo el mismo espejo que intimida al rebotar una
imagen en la que no nos queremos reflejar por situaciones incomodas.
Risas, palabras fuertes, bromas, regaños, canto, música; se han dejado
escuchar en ese lugar que para el ajeno pudiera ser un simple corredor, y
hasta silencio total aquella noche en la
que todos tuvimos miedo mientras presionamos el corazón al suelo.
Sin duda parte de la esencia y energía de cada uno de nosotros se
quedará plasmada ahí en ese sitio, rondaran como fantasmas y como en un mundo
paralelo seguirán ahí nuestras voces, nuestros movimientos; nuestras sonrisas,
la música, nuestro baile…
Salón Entes en Movimiento
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